Vamos a describir a continuación una de las ramas de la raíz jijona que llegaron a dar más derivaciones aunque, finalmente, todas irían perdiendo su fundamento original. El condado de Salvatierra es un título concedido por el rey Felipe III a don Diego Sarmiento de Mendoza y Sotomayor en 1613, siendo éste su asistente y Capitán General de Sevilla. A partir del quinto titular, desde 1717, llevó aparejado el de grande de España, quedando con los apellidos Sarmiento de Mendoza y Fernández de Córdoba y Silva y posteriormente adscrito a la Casa de Alba (aunque actualmente el poseedor de este título es don Cayetano Martínez de Irujo - quien añade también a los apellidos anteriores el de Fitz James Stuart - y personaje muy conocido y popular actualmente en los medios de comunicación). Pues bien, hacia 1820, la hija del entonces titular del condado de Salvatierra, doña María de la Paz Silva, formó una ganadería de reses bravas de raza jijona en Villarrubia de los Ojos del Guadiana, a partir del ganado adquirido a su vecino don Juan Díaz Hidalgo, que lidiaba con la divisa encarnada de los Jijón y antigüedad de 1791 y era hijo de don Hermenegildo Díaz Hidalgo-Torres quien, a su vez, se lo había adquirido antes directamente a don Miguel Jijón. Doña María Paz le añadió sementales de don Diego y don Álvaro Muñoz y Pereiro (como ya mencionamos anteriormente en la primera entrega de la raíz jijona en un número anterior de TERRALIA) y una punta de vacas del mismo origen, aunque la adición de éstas últimas sea hoy puesta en duda por algunos autores y tratadistas. Doña María de la Paz presentó ya dos toros en Madrid el 29 de mayo de 1837, con divisa encarnada y amarilla, siendo picados por Francisco Sevilla y Francisco Briones. Los matadores de sus toros fueron el sevillano Manuel Lucas Blanco (ajusticiado a garrote vil cinco meses después, por haber matado en una reyerta a un miliciano) y el caballero cordobés Rafael Pérez de Guzmán el Bueno (insigne militar, descendiente directo del famoso héroe de Tarifa, hijo de los condes de Villamanrique del Tajo, que moriría un año más tarde, al asaltar unos bandidos la diligencia en que viajaba a Madrid, para torear la corrida de inauguración de la temporada, cerca del pueblo toledano de La Guardia). Completaba la terna como director de lidia el sevillano Juan León y López “Leoncillo”. Pero la desgracia se llevó a esta precoz ganadera en plena juventud y al morir prematuramente le heredó su propia madre, la condesa de Salvatierra, quien presentó sus toros (retintos y cornigachos) en Madrid, en la plaza de la puerta de Alcalá, el 28 de abril de 1845, con divisa encarnada y verde, pero anunciando como homenaje que antes habían sido propiedad de su difunta hija. Al parecer fue uno de los mejores encierros de la temporada y los picadores en ese debut fueron José Muñoz y Juan Gallardo, muriendo 12 caballos. Mataron la corrida los sevillanos Juan León y “Curro Cúchares” (éste de adopción, como veremos luego) junto al tempranamente malogrado maestro gaditano José Redondo “El Chiclanero”.
Unos años después, en 1851 (con la señora condesa ya en edad muy avanzada) es vendida la ganadería completa al marqués de la Conquista, rico hacendado de Trujillo (Cáceres), que será el que durante los siguientes diez años le dé fuste e importancia a su piara, mediante las adecuadas cruzas y una selección muy rigurosa, partiendo de pocas reses pero de muy diversas procedencias. El marqués de la Conquista era descendiente en línea directa de don Francisco de Pizarro, el trujillano conquistador del Perú, a quien el emperador Carlos I le había concedido muchos años antes el título de marqués, pero sin denominación. En 1831, don Juan Fernando de Pizarro, biznieto del conquistador, reivindicó el título con la denominación de marqués de la Conquista y los apellidos Pizarro y Godoy. El actual titular hoy día es el también ganadero don Ramón Pérez de Herrasti y Narváez, con los apellidos Pizarro y Godoy y Orellana, pero usa sólo el título de marqués de Albayda (al ser éste más antiguo) y está casado con doña Begoña Urquijo Eulate. Decimos todo esto, que aparentemente no viene al caso, para que el lector pueda hacerse una idea de la cantidad de coincidencias de apellidos y concomitancias de títulos con raíces ganaderas de bravo que están relacionados familiarmente entre sí y comprender la gran dificultad que existe cada vez que se quiere seguir cualquier línea de origen de toros de lidia.
Pero sigamos nuestro relato. Un antecesor en su título, como marqués de la Conquista, ya había presentado dos toros a su nombre en Madrid (de los que se desconoce su origen pero posiblemente fueran jijones o castellanos) el 14 de julio de 1800, en una corrida doble de mañana y tarde. Los diestros ese día eran los sevillanos José Delgado (Illo) (muerto trágicamente un año después) y Antonio de los Santos y entre ambos el gaditano, de Vejer de la Frontera, Juan Conde, como segundo espada, toreros que hacían entonces la temporada madrileña. En 1851, el marqués de la Conquista, del que nos ocupamos aquí, aparte de las de la condesa de Salvatierra (adquiridas rápidamente para que no se le adelantasen otros compradores), se hizo también con doce vacas colmenareñas de raza jijona de Manuel García Puente (casado con una sobrina de Manuel Aleas). Luego compró otras tantas a Félix Gómez (hijo de don Elías) y un semental y algunas hembras a Justo García Rubio (que había adquirido en 1811 parte de la vacada de Francisco Paredes, antes de que éste enviase, unos años después, todo lo que conservaba al matadero de Madrid). Todos estos ganaderos eran vecinos de Colmenar Viejo y de ellos hablaremos con más detalle posteriormente, cuando lleguemos a estas ramas. Poco después, el señor marqués añadió más reses adquiridas a Juan José de Fuentes (hijo de don Julián), de Moralzarzal (Madrid), procedentes de la ganadería de su pariente Eugenio Paredes, cuyo padre, don Francisco, al haber sido arrendador de diezmos en Alcalá de Henares, tenía sangres heterogéneas en su ganado. Aunque todas las reses del señor marqués tenían el mismo origen, procediendo de diferentes líneas de los Jijón.
Por fin, el marqués de la Conquista debutó en la Villa y Corte, con seis reses jijonas (diciendo que eran procedentes de la condesa de Salvatierra) y divisa encarnada y amarilla, el 26 de septiembre de 1853. Picaron, con no mucho éxito, Arce, Sevilla, Calderón, Osuna y Lanceta y los espadas fueron Julián Casas “El Salamanquino”, el gitano gaditano Manuel Díaz “Lavi” y Cayetano Sanz, el popular torero madrileño del barrio de la Arganzuela. Tras el estreno endureció su proceso de selección el señor marqués, lo que hizo mejorar sensiblemente su piara. Y así, el 30 de mayo de 1858, en una doble corrida extraordinaria de mañana y tarde, a beneficio del Hospital General, consiguió apuntarse un gran éxito cuando su toro Airoso, retinto y bien desarrollado de pitones, mató seis caballos, dejando otros tres para el arrastre y tomando un total de 19 varas de los entonces famosos picadores madrileños Mariano Cortés “Naranjero”, Antonio Arce y Ramón Fernández “Esterero”. En la misma corrida, otro toro suyo, también retinto y de nombre Gamito, llegó a tomar 17 varas, siendo finiquitado de una gran estocada por Julián Casas “El Salamanquino”.
Aunque estos buenos resultados hicieron que le fuesen solicitadas reses suyas por otros criadores no mantuvo mucho tiempo su ganadería. Y así, a partir de 1860, fue vendiendo en diversas porciones la vacada hasta deshacerse completamente de ella. Y una pequeña parte fue adquirida por el entonces famoso y popular diestro “Curro Cúchares” y otra su vecino y paisano Santiago Martínez. Estos dos últimos mantuvieron durante cierto tiempo sus piaras en sociedad. Además, en 1861, la mayoría de las vacas (más de 200) fueron enajenadas por el marqués de la Conquista a su vecino de Trujillo don Juan Manuel Fernández, rama de la que, por su importancia, hablaremos más adelante, en otro artículo de TERRALIA. También había enajenado años antes otra punta de reses al cura ganadero de Colmenar Antero López Cotillo, de quien también hablaremos posteriormente, aunque éste no las anunció a su nombre, mencionando sólo su procedencia. Por último se deshizo de lo que aún conservaba de la condesa de Salvatierra, vendiéndolo al navarro Guenduláin. A continuación seguiremos, con cierto detalle, las líneas que fueron generando estas derivaciones.
Francisco Arjona Herrera “Curro Cúchares”, (aunque le gustaba poner como segundo apellido en los carteles Guillén, por su tío) nació en Madrid el 19 de mayo de 1818, en el seno de una familia con muchos antecedentes taurinos, pasando por Costillares y Curro Guillén, aunque su padre, Manuel, se quedara sólo en banderillero, conocido como Costuras. Desde muy niño residió en Sevilla por lo que siempre fue considerado como sevillano. Fue alumno, a petición de su madre, de la efímera Escuela de Tauromaquia de la ciudad hispalense, en la que tuvo como maestros al rondeño Pedro Romero y a Jerónimo José Cándido y como compañero aventajado al genial chiclanero Francisco Montes “Paquiro”, llegando a ser el niño mimado de dicha escuela. Lo que aquí estamos siguiendo no es la historia de los toreros (que puede consultarse en cualquiera de los muchos y magníficos tratados existentes de Tauromaquia) sino de la del toro de lidia. Por tanto, no nos detendremos excesivamente en la carrera profesional de matador de toros de Cúchares y sólo lo haremos en los cuatro años (de 1860 a 1863) en los que la simultaneó con la de ganadero, sin mucho éxito, al adquirir en sociedad con Santiago Martínez, como hemos dicho, una parte de la vacada del marqués de la Conquista. Y estrenando una divisa encarnada y amarilla se presentó como tal en Madrid el 7 de mayo de 1860, con tres de sus reses jijonas (las otras tres eran de Vicente Martínez) en la plaza situada junto a la puerta de Alcalá, frente a los jardines del Retiro. Los picadores eran Joaquín Coyto “Charpa” y Antonio Pinto. Bruno Azaña, aunque estaba de reserva, picó al último toro de Cúchares, muerto finalmente por el medio espada Mariano Antón. Los matadores titulares fueron el propio Cúchares y el malogrado sevillano Antonio Sánchez “El Tato”. No fue éste un buen encierro pero al año siguiente vuelven a anunciarse tres de sus reses en Madrid (con otras tres de García Puente), el 20 de mayo de 1861. Esta vez su toro Rivero saltó la barrera, empitonando a un chulo y a un carpintero. Y otro toro suyo, Famoso, al que costó gran trabajo enchiquerar por la mañana, fue condenado luego a banderillas de fogueo y finalmente devuelto a los corrales, hiriendo antes gravemente a dos cabestros. Los picadores fueron Antonio Arce y Cayetano Ruiz y los espadas “El Salamanquino” y Cayetano Sanz. Al año siguiente se anunciaron otros tres toros de Cúchares en Madrid, el 4 de mayo de 1862 y Bizcochero hirió gravemente en la pierna derecha a Cayetano Sanz. Los otros espadas Chato. Estos tres toros fueron corridos en Madrid.
Tras el fallecimiento de don Mauricio, en 1868, sus herederos enajenaron la ganadería al también vecino de Colmenar don Carlos López Navarro, que conservó la divisa, jugándose toros a su nombre por primera vez en Madrid el 18 de julio de 1869 (pero anunciando su procedencia), siendo picados por José Calderón, José Marqueti y Manuel Sacanelles. Uno de ellos, de nombre Airoso, negro, tomó 16 varas. Los lidiadores fueron Rafael Molina “Lagartijo”, el sevillano del barrio de San Bernardo Jacinto Machío y Salvador Sánchez “Frascuelo”. Aunque en esta corrida del debut hubo once caballos muertos el festejo resultó sólo regular. De otros toros de López Navarro corridos en Madrid citaremos a Zapatero (lidiado el 6 de junio de 1870, que cogió al banderillero Francisco Torres “Chesín”, dañandole en ingle y vientre), Moquita (que, en la misma corrida, tomó 17 puyazos, matándolo Antonio Luque “Cúchares de Córdoba”), Temerario (que el 1 de octubre de 1871 contusionó gravemente en el pecho a Ramón Fernández “Esterero”), Larguito (que un año después propinó varias heridas a José Machío, hermano de Jacinto, en hipocondrio derecho y frente cuando, al intentar saltar la barrera, falló en su apoyo y puso el pie en el suelo en vez de en el estribo) y Meleno (que contusionó a Fernando Gómez “Gallito” - patriarca luego de la famosa dinastía - en el labio e ingle derecha, siendo esta última herida de más de tres pulgadas de extensión). Otros toros destacados de López Navarro fueron: Pañuelero (lidiado en Valladolid en 1875, que tomó 10 varas, provocando otros tantos tumbos y matando 7 caballos), Boticario (lidiado en 1876, tomando 10 varas y destripando 7 caballos) y Arbolario (colorado, ojo de perdiz, lidiado en segundo lugar en Vitoria el 2 de agosto de 1885, en la feria de La Virgen Blanca, que saltó al tendido, generando el pánico entre los espectadores. Al final, tras muchos esfuerzos, salió por su propio pie, por la puerta de cuadrillas hasta la calle, donde fue muerto a tiros por la Guardia Civil).
Al fallecimiento de don Carlos, pasó la vacada a su viuda, a cuyo nombre se estrenaron en Madrid el 26 de junio de 1885. Por entonces, los pelos más frecuentes entre los funos eran ya los colorados y retintos. Citaremos entre los toros de la viuda de López Navarro a Listón (corrido en San Sebastián el 15 de agosto de 1894, que tomó 13 varas, dio 11 tumbos, destripó 7 caballos y con el que “Guerrita” hizo una de las mejores faenas de su vida) y a Atrevido (negro bragado, lidiado en Zaragoza el 24 de mayo de 1903, que cogió gravísimamente al novillero sevillano de Marchena Ignacio Laza y Martín, quien falleció cuatro días después).
En 1900 fue adquirida esta ganadería por los señores Manuel y Mario Herrero Olea, de Valladolid, que no se presentaron en Madrid hasta el 13 de septiembre de 1908 con una novillada y sin mucho éxito. Y por ello, un año más tarde, la enajenan al segoviano don Luis Baeza. Éste mantiene la divisa encarnada y amarilla, cambia a un nuevo hierro (una B dentro de un círculo más un trazo arriba, que actualmente conserva la ganadería de “El Sierro”, como se verá más adelante) y la aumenta con más reses adquiridas a don Eduardo Olea (origen Villamarta). Se estrena en Madrid con seis novillos el 15 de agosto de 1910 y mantiene la reata hasta 1917. En ese año le vende la mayor parte a don Pacomio Marín Ginés, de Aldeaquemada (Jaén), quien añade un lote de vacas de Veragua y años más tarde, en 1928, dos camadas (eralas y añojas) y el semental Mirandillo del colmenareño Julián Fernández Martínez (herederos de don Vicente), que tenía reses procedentes del marqués de Villamarta, línea ibarreña. Así, poco a poco, se irá eliminando lo que quedaba de raíz jijona. Pero don Pacomio y su familia merecen capítulo aparte, por lo que de todo esto hablaremos con más detalle en el próximo número de TERRALIA. Y eso será otro día.
La que armó en Madrid el toro “Traidor”, de López Navarro
Capítulo aparte merece el toro de Carlos López Navarro de nombre Traidor, negro listón y buen mozo, corniabierto, lidiado en décimo lugar el 4 de septiembre de 1874, un lluvioso día en el que se inauguró, a toda prisa y sin haber terminado de urbanizar los alrededores, el nuevo coso de la carretera de Aragón. Se le trasladó a pie desde la dehesa la noche anterior, casi a oscuras, sólo a la luz de unos pocos candiles. Al ir a enchiquerarlo se escapó, sembrando el terror entre la gran cantidad de curiosos que había alrededor de la plaza, dando varias vueltas a la misma entre los numerosos carruajes de caballos que por allí se encontraban, aunque sin meterse con nadie, terminando por regresar a los corrales en compañía de los cabestros que salieron a buscarle y denotando así ya la mansedumbre que mostraría durante su lidia posterior. Por fortuna, esa noche sólo hubo que lamentar soponcios, desmayos e innumerable cantidad de sombreros, paraguas, sombrillas y manguitos perdidos en el tumulto, que quedaron diseminados por los alrededores del nuevo recinto, situado donde estaba hasta hace poco el recientemente incendiado Palacio de los Deportes de la capital. Ni que decir tiene que, durante largo tiempo, en los mentideros de la Villa, sólo se habló de lío que armó este toro de López Navarro, la víspera del estreno de la nueva plaza. Fue lidiado al día siguiente y le perdonó la vida a Rafael Molina “Lagartijo”, al no hacer nada por el califa cordobés cuando éste perdió pie frente a aquél, tras entrar a matar fallidamente por tercera vez. Ni que hubiese sido un toro de los de ahora, de esos modernos sumisos y nobles. (Y tontos, de los que quieren los toreros, apostillamos nosotros). A la cuarta, con una estocada corta, fulminó “Lagartijo” a Traidor. No obstante, este acontecimiento hizo que esta ganadería adquiriese en Madrid una fama de peligrosidad que, como hemos explicado, se demostraría que no era para tanto.
(Continuará)